F. A., ValenciaEn diciembre de 1996, en el congreso de l'Eliana, el Bloc, entonces una coalición capitaneada por Unitat del Poble Valencià (UPV), decidió, tras un duro debate interno,
renunciar definitivamente a la guerra de símbolos y aceptar la tríada oficial de las señas identitarias: denominación de valenciano para la lengua, señera coronada sobre franja azul y Comunitat Valenciana. Básicamente se guardaron las esencias fusterianas en un tarro y se echó al mar.
La clásica identificación fusteriana entre dominio lingüístico y ámbito nacional fue enterrada en un cónclave en el que precisamente
Enric Morera fue el dirigente más votado de cuantos fueron elegidos para conformar aquel consell nacional. Morera, máximo impulsor de convertir el Bloc en partido en el siguiente congreso (celebrado en el Palacio de Congresos en enero de 2000), fue también firme defensor, al igual que el entonces líder
Pere Mayor, de normalizar el discurso político respecto de los símbolos oficiales. Cuestión distinta es que todas las renuncias y apuestas por crecer electoralmente hayan tenido su recompensa en las urnas.
Invisibles en ValenciaComo no ha sido así, especialmente en el cap i casal, la asignatura pendiente del valencianismo de raíz fusteriana, el Bloc ha de airear en cada congreso que es un partido que asume la señera con franja azul y el himno.
Para quitarse el estigma del "catalanismo" que lleva como una losa a sus espaldas. Por eso, de cara al inminente congreso de finales de febrero, la formación de Morera está subrayando que son un partido normalizado. Para dejar de ser invisibles en la capital valenciana.
Fuente: Levante